Me fui para el Parque Nacional y Natural Chingaza. No lo conocía y ahora creo que debería ser un paseo obligatorio para los niños en los colegios. Necesitamos que los pequeños comprendan la importancia de los páramos para la vida y crezcan cuidando estos ecosistemas. De nuevo empaqué a mi muchachito en un morral, le compré botas más aptas para esta actividad y con ropa térmica lo subí a 3.850 metros sobre el nivel del mar.
La aventura de esta travesía lo tenía apasionado. Es que sacarlo de la rutina de la ciudad y ponerlo en contacto con la inmensidad de la naturaleza debería ser casi que una obligación. El mundo es gigante y no es necesario montarse en un avión para evidenciarlo. A dos horas de Bogotá está la fábrica de agua del 80% que se consume en la capital del país. Lo más hermoso es que poco a poco vamos uniendo historias y el niño comprende cuáles son los territorios de las comunidades indígenas que estudia en el colegio.
Esta vez la actitud del niño no fue tan fácil de llevar. El recorrido era de 9K y el fin de semana anterior habíamos recorrido un poco más de 12K (puedes ver la historia en mi post Libertad) y cerca de dos kilómetros fueron en subida que hizo con facilidad. Acá empezó a quejarse por la falta de oxígeno y la dificultad que tenía para avanzar. Y fue así como empecé a percatarme de la importancia de estos recorridos a pie, con dificultades y oportunidades de crecimiento para mi hijo y para mí como mamá.
Por eso quiero compartirles cinco aprendizajes que me ha traído la aventura de caminar en compañía de mi hijo:
1. Paciencia: Hace mucho tiempo tuve un maestro de vida que me imploraba que tuviera paciencia y se burlaba de mí diciendo que mi forma de pedir esta virtud era algo así como "quiero tener paciencia pero yaaaaaa". Pues bien, la montaña enseña que cada paso hay que pensarlo, planearlo y ejecutarlo. Caminar este páramo (así como la vida) implica resolver pisadas que se hunden en el pantano, medias que quedan llenas de tierra húmeda, caídas, frío helado, frustración por no lograr ver lo que se quiere observar y por supuesto, cansancio. Obvio pedirle a un niño paciencia es un tanto ridículo. Se enseña a través del ejemplo y somos los adultos los que tenemos que mostrarles cómo es que es la vuelta para que ellos por imitación integren el aprendizaje. Nada más patético que un adulto pidiendo autorregulación a punta de impaciencia.
2. Constancia: Cuando arrancas a caminar un sendero, si bien no es obligación terminarlo, la meta es llegar al final. Con paciencia se puede ir dando paso a paso y es el acumulado lo que te lleva hasta el fin del camino. Hay que aprender a caminar con ritmo, dándose permiso para sentirse cansado, dejando fluir los sentimientos que afloran cuando se está en silencio. Hacer un recorrido en la montaña implica por momentos quedarse callado para ahorrar aire y esto conlleva a adentrarse en una meditación activa. Ahí en silencio y en la constancia se encuentra uno con uno mismo y se tienen conversaciones íntimas con todos los temas que nos ocupan en el día a día. Ahora bien, para un niño que en cada paso ve la vegetación distinta tiene algo para comentar, "mira mamá es una Estrellita de Páramo", "¿viste ese frailejón endemi-qué?", "¿será que ya casi vamos a llegar?", "ya me acabé el agua ¿me puedo tomar la tuya?", "mamá tómame una foto" y el largo etcétera de peticiones que se pueden hacer en nueve kilómetros y en cinco horas. De nuevo el ejemplo, y la paciencia, es la mejor herramienta.
3. Estar preparado: Pero hay que tener en cuenta que la vida no respeta libretos y que nos cambia los planes en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, es posible tener ciertas contingencias listas. He entendido la importancia de que los niños investiguen para dónde van. Muy útil entender que este territorio de Chingaza fue declarado parque nacional natural en el año 1977 y que de verdad hay que estar muy agradecidos con las autoridades que tuvieron la visión para hacerlo. Pero que desde antes de la llegada de los españoles, los Muiscas celebraban en estas lagunas de Siecha la coronación del nuevo cacique, usando la trementina (sustancia pegajosa) que extraían de los frailejones, para untarla en el cuerpo y lograr que el polvo de oro se adhiriera a la piel, para luego, lanzarse a la laguna en ofrenda al agua y la luna. Estas montañas, esos ecosistemas los recorrieron nuestros antepasados en un acto de reverencia y profundo respeto con la naturaleza. Y luego los españoles buscaron "El Dorado" con tanta locura que hasta desangraron algunas de estas lagunas a punta de abrirles drenajes que aún hoy en día aparecen como cicatrices a la tierra. Pero en fin. Así que he aprendido que en cada recorrido hay una herencia cultural e histórica que vale la pena repasar. Así como se lleva agua, snacks, impermeables, cámara para tomar fotos, también hay que llevar conocimiento e información para valorar mejor el recorrido.
4. Disfrutar el camino: con lo bueno, lo malo y lo retador. La vida cambia todo el tiempo y la montaña sí que sabe enseñar eso. Hubo mucha neblina. Nos enseñaron que era la mismísima diosa Faoba la que nos estaba acompañando y que yo creo estaba como alborotada. Nuestra guía nos calmó contándonos que los Muiscas le pedían cuando les cubría de blanco el camino que aprovechara y se les llevara las penas, cargas y preocupaciones de sus espíritus. Y así fue como nos pusimos a pedirle que nos alivianara la carga, mientras le rogábamos también que amainara para poder disfrutar del paisaje de las lagunas. Pero más allá del anécdota, hay que descubrir también esos pequeños detalles en el camino que uno se puede gozar para ser feliz. Yo sí creo que la felicidad son raticos, pero hay que encontrar esos momenticos para disfrutar. Por ejemplo, dejamos de mirar al cielo y en la tierra encontramos estas goticas de agua suspendidas en hojitas y con forma de corazón. Les llaman diamantes de hoja.
5. El Premio: Nos enseñaron en Road Trip Colombia que la montaña siempre te premia. Llegar al final del camino y disfrutar del cansancio y la vista al mismo tiempo es paradójico y reconfortante. La montaña se conquista no solo cuando se llega a la cima, sino también cuando se vuelva a bajar. Y claro no siempre se llega, se puede tener toda la intención pero hay muchas variables externas que no se controlan y por eso, fluir siempre es bueno. Pero llegar al final siempre será una gran satisfacción.
Y ya para terminar, si algo enseñan las montañas, es humildad. Hagan el ensayo de subir y bajar una y verán.
Si te gustó compártela y déjame tus comentarios. ¿Qué lugares mágicos de Colombia me recomiendas para visitar? Y consejos para viajar con los niños también se reciben!
¡Acá dejo el video que hizo David de este camino maravilloso!