"Ay qué orgulloso me siento de ser un buen colombiano" y qué cansancio también, para ser francos. Estos días han sido de una intensidad en las noticias políticas que le ponen a uno los nervios de punta. El otro día escribí que ser colombiano es no apto para cardiacos. Todos los días pasa algo y no termina de pasar y de ser analizado, cuando aparece algo más grave.
El escándalo de #Odebrecht hasta ahora está empezando a dar resultados escabrosos como había sucedido en otros países latinoamericanos en donde la justicia fue juzgando y metiendo a la cárcel de expresidentes para abajo. La muerte de un testigo que dejó grabado al Fiscal General de la Nación con audios en comprometedores que aún el país no terminaba de oír cuando el hijo de ese testigo que murió súbitamente envenenado. El Fiscal argumentó de los audios que eran una conversación de amigos (aunque uno no graba a un amigo, digo yo). Las voces desde distintas orillas empezaron a pedir a gritos que el Fiscal renuncie, otros sostienen que hay una conspiración para que se caiga y lo cierto es que al final, si se queda o si se va, en nada le afecta al ciudadano de a pie, a los ciudadanos de ruana que de una u otra forma no tienen acceso a la justicia.
El día que le hicieron el debate al Fiscal sobre su impedimento para investigar el caso #Odebrecht, aparece un video del ex candidato presidencial y Senador Gustavo Petro recibiendo unos fajos de dinero en un video grabado hace más de una década. Explicó el Senador Petro que eso fue un préstamo. Luego el que dijeron que había prestado la plata aparece y dice que no, que él nunca le ha prestado esa plata. Los uribistas señalan a los petristas y los petristas a los uribistas. La Corte Suprema de Justicia acepta que en la democracia colombiana se nombre un Fiscal Ad Hoc para el caso #Odebrecht, una situación nunca antes vivida en el país.
Mientras tanto, el banquero dueño del grupo AVAL y ex jefe del Fiscal y del Procurador (también) pierde el 27% del valor de sus acciones representado en más de un billón de dólares en la bolsa. Gritan los periodistas, los políticos, los empresarios, los tuiteros, los unos a los otros y mientras tanto los colombianos no sabemos a quién pedirle ayuda.
En Colombia la realidad supera a la ficción. La justicia es inoperante. La guerra nos hizo perder años valiosos de crecimiento económico pero hay algo peor que eso: la corrupción. Los corruptos se han apoderado de nuestras esperanzas y han hecho que la cultura del atajo, de la mentira, del dinero fácil se convierta en el credo de muchos colombianos. Ser un hampón paga muy bien y quienes han desempeñado a la perfección ese rol, son los políticos.
La ambición por el poder y el dinero, los enredos por mantenerse atornillados en los cargos, por manejar el presupuesto público como si fuera el banco personal, hacen que ellos mismos se mezclen, se junten, se peleen, se traicionen, se enemisten y un largo etcétera que afecta la vida de las personas más humildes del país y de la clase media que vive a duras penas con lo que gana en el trabajo. Y mientras la élite política se pelea por el control del país como aves de rapiña, los colombianos de la calle, del común, del corriente y de la ruana así:
Yo no sé si ya tocamos fondo o si nos falta otro poquito más. Lo que sí sé, es que en Colombia somos muchos más los buenos, los que queremos que este país salga adelante, que nos pasen cosas buenas y que podamos ayudar a construirlas. En los rincones más apartados del país hay personas que con las uñas transforman realidades, territorios y comunidades. ¿Se imaginan lo que podríamos ser y hacer, si la plata no se mal gastara o se la robaran?
Yo creo que ya es hora de nuevos liderazgos porque es claro que a la clase dirigente del país le quedó grande gobernar a Colombia. Nos merecemos mejores personas. Por supuesto que los colombianos nos sentimos muy orgullosos (aunque a veces cansados) de ser colombianos, pero ya es tiempo de evolucionar. Fue suficiente, ¿no crees?
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