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La Veranera



Una Buganvila en Bogotá

Esta es una historia basada en hechos reales.

Jueves 13 de Semptiembre de 2018: Siempre me ha gustado este arbolito como cariñosamente le decía hasta ayer. Ya aprendí que no es un árbol, sino un bejuco, mejor aún una enredadera. Estaba en un almuerzo recibiendo una buena noticia y cuando salí del restaurante le tomé la foto y la publiqué en mi cuenta de Twitter (en el subrayado está el link al trino) preguntando que si alguien sabía cómo se llamaba el arbolito.

Los tuiteros empezaron a escribirme. Un mensaje tras otro empezó a llegar. Es una Veraniega, Veranera, Curazao, Curazado, Bugambilia, Bunganvila y escrita con "B" y con "V" al derecho y al revés y hasta con el nombre científico. Algunos comentarios aducían que era un Siete Cueros, otros afirmaron que en Venezuela se conoce como Araguey, pero todos, absolutamente todos los comentarios convergieron en que la matica es una belleza y que es difícil escoger entre los colores en los que se presenta: magenta (mi favorito), rojo (alguien mencionó que sirve para la tos, pero no dijo cómo), blanca, naranja y desde Panamá Mili de la Cruz conocida con la cuenta @mdelmm me envió esta carretera adornada con la Veraniega:


Pues bien, la Veranera se pasea a todas sus anchas por toda América Latina. @StraVenadita reportó desde Guatemala que allá le dicen Bombilia, @MAWBARNEP&& contó que en el Cono Sur se le conoce como Madreselva y @emmanuelespia dijo que en México le dicen también como en Buganvilias. En nuestro país, me reportaron tuiteros la existencia de la Veraniega en la Guajira, Córdoba, Boyacá, Santander, el Atlántico, Antioquia y el Eje Cafetero. La matita trepadora fue llamada así en honor a Louis Antoine de Bougainville un marino francés que parece que la introdujo por el Brasil por allá en el siglo XVIII, según información que me envió @shetina_lavoix quien dijo haber sacado los datos de internet.

La foto más lejana me la envió @VirgilioCorrea3 desde Italia y si le entendí bien, la llevó desde Panamá hasta su casa y que en el "Mediterráneo pega muy bien".


La gran coincidencia e comentarios además de la belleza es que la Veranera, es muy agradecida, necesita mucho sol y poco de agua, y que por el clima seguro es que pega tan bien por estas tierras. También resultó medicinal, @GiovannyDvila4 me comentó que se usa en Aromaterapia para bajar el estrés, dato que me pareció muy curioso, porque de solo verla uno sonríe también, ahora seguro es más efectiva oliéndola. Me explicaron los tuiteros que la florecita es diminuta y que se encuentra entre las hojas que son de los colores ya mencionados. El colibrí parece ser el experto en tomar en néctar de la diminuta flor que se esconde entre tan colorido escenario.

@Ecosolidario1 me aclaró que el color magenta es el tono de los reyes y leyendo cada respuesta llegué al comentario de Mielmesabe @rzneas:


Abrí el link y quedé fascinada con la historia del Hombre que cree tener el árbol más lindo de Bogotá (pueden hacer click para leer el archivo). En El Barrio Los Sauces en la localidad de Puente Aranda, vive don Edgar Sanchez, quien para el momento de la nota periodística en el año 2014, tenía 70 años, contó que tenía al árbol (así le dice él) desde chiquito porque se lo trajeron a una hija de él desde Silvania, Cundinamarca.

Viernes 14 de Septiembre de 2018, medio día: ¿Quién dijo miedo? y muerta de la risa recordando mi post de hace dos días Vivir entre Trancones, me armé de valor y de una playlist de Hombres G y a grito herido cantando me recorrí 16 kilómetros en los tradicionales 60 minuticos que uno se demora de ir de un lugar a otro en Bogotá.


Llegué pasado el medio día y hasta con un poco de vergüenza de aparecerme así sin avisar. Me recorrí las calles de Los Sauces esculcando en cada esquina la dirección que buscaba y de repente lo ví a lo lejos, grande, medio deshojadito, pero con una presencia hermosa, lo ví, como diciéndome "acá estoy, soy el árbol más lindo de la ciudad".


No pude timbrar porque me hubiera tenido que meter entre la reja que se ve ahí. Por el ladito toqué el vidrio del parqueadero. Al minuto y medio después se asomó por la ventana del segundo piso la señora Edilma quien después de preguntarme varias veces que si yo era periodista, me confirmó que don Edgar no se encontraba, que había salido a hacer unas vueltas.

Me contó que él se la pasa podando el árbol, que no le tiene nombre, que le habla. mucho y que cada tanto saca una escalera a la calle para cortarle las ramas y mantenerlo bonito. Me dijo que florecía cada tanto que qué pena que lo había cogido así medio empelotico. Yo le mostré desde la calle mi foto, la del trino, y le conté que había leído la nota en el periódico y que en virtud de que tanta gente estaba hablando de la Veranera en mi trino, había pensado que ameritaba que yo la fuera a conocer ese árbol y escribir un post en honor a esta conversación en Twitter tan amena. Prometí volver, porque quiero conocer a Don Edgar.

Como soy tan curiosa y habladora, me puse a dar una vuelta por el caño Albino, donde me contó Doña Edilma que hace cuatro meses mataron a un muchacho por robarle el celular. "Es que nos hace falta más iluminación por la noche y más seguridad, aunque es un barrio tranquilo, que se deja caminar". Es de esos lugares que tiene una energía bonita una de las @BellezasDeBogotá.

Y esculcando las esquinas del barrio llegué a La Galería San Marcos, ubicada a cuadra y media de nuestra Veranera. Gran historia la que encontré allí. Me recibió Doña Flor Polanía. Quedé fascinada. Compra objetos usados y los viste con colores y adornos. Es una mujer que con el ojo aguado me contó que perdió a un hijo que trabajó en el DAS, -"me lo mataron en el norte" me dijo. -"El siempre quizo que yo tuviera mi propio negocio". Pues después de cuatro años de depresión profunda, el hijo menor con la nuera se pusieron en la tarea de levantarle el ánimo. Compraron muebles para que Doña Flor pudiera ponerse a trabajar. Yo que llevaba varios días buscando un Buda para adornar mi balcón, le eché el ojo a uno que ten exhibido. En el local de al lado, Maria Rafaela la hermana de Flor también está montando una galería de arte. Habladoras las dos y con silla rimax en el andén me atendieron y me hablaron de este barrio residencial que poco a poco ha ido recibiendo mucho comprador. Me dijo Flor "este es un barrio de gente tranquila, que no es ambiciosa, pero que quiere salir adelante y yo quiero salir adelante, porque uno debe incentivarse hasta los últimos días de la vida".


La galería se llama San Marcos, en honor al hijo de Doña Flor. Me quedó faltando tomarme un tinto con don Edgar y otro con Rafaela y Doña Flor. La abracé y con el ojo aguado me preguntó que cuándo volvía. A mí se me quebró la voz y le dije "puede que no venga pronto, pero espero que cuando escriba su historia muchos se animen a venir a conocer la galería".

Y sí, va uno a ver y en últimas si nos cuidamos los unos a los otros y nos apoyamos como una comunidad unida, podemos darnos una mano y hasta un abrazo. Con el olor a mamá de Doña Flor me devolví los 16 kilómetros con una sonrisa en la cara y con mil frases en la cabeza para escribir acerca de esa Veraniega que resultó ser un pretexto para contar la historia de Flor y convencida además como piensa Edgar, que Bogotá debería estar llena de la coquetería de las Bugambilias (Dios mío que no lo sepa Peñalosa que vive cortando árboles), de pronto tanta hermosura, ¡se nos baja a todos el estrés de una buena vez!

(Inspirado en todos los tuiteros que me escribieron tantos comentarios amables, disculpas no poner todas las fotos pero para ver las conversaciones completas pueden dar click aquí: Trino)

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