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Vivir en Trancones



Lo acepto, cuando estoy muy desprogramada en los trancones bogotanos y voy manejando, me tomo selfies. Manejar hace 20 años era más divertido. Igual había tacos en todas las esquinas de la ciudad, pero hoy en día no hay un solo momento del día en que la ciudad no esté atascada. Yo que observo mucho, me doy cuenta que estamos a la merced de los semáforos que "sabrá mirús" quién programó y hace cuántos miles de años, pero que nunca logran organizar el tráfico bogotano. Pusieron hace poco a unas mujeres policías que al final de cada trancón (porque obvio nunca están en la mitad del tapón que es donde se necesitan) que mueven enérgicamente la mano enguantada de blanco señalando a la nada que nos apuremos. ¿Sí las han visto?


¿Han hecho las cuentas de cuántas horas al día están metidos en un trancón? Un ejercicio rápido. Si salen antes de las 6 de la mañana, para un recorrido promedio de 11 kilómetros, una velocidad de 50 Km/hora el tiempo de desplazamiento puede ser de 20 minutos. Pero si salen a las 6:15 am, el mismo recorrido puede tardar 40 minutos. No hay Waze que ayude. Si la salida es a las 6:30 am los mismos 11 kilómetros se convierten en una hora. En promedio un bogotano puede durar diario 3 horas entre el carro, por cinco días a la semana da un total de 15 horas semanales en los trancones. El mismo recorrido por la mañana y en la noche. Para un total mensual de 60 horas, es decir dos días y medio metidos dentro de un carro. ¿Y quién dijo miedo de las horas gastadas los sábados y los domingos tratando de salir o entrar a Bogotá?


Así que ante esta realidad este post tendrá una variedad de personajes que se ven en los trancones. Esos que vemos desde nuestra ventana, porque seamos sinceros, la vida hoy en día en las ciudades es eso que pasa mientras vamos encerrados.

1. La peluquera: Me encantan las mujeres que se usan el carro de salón de belleza. Rulos, cepillos en el capul, depilación del bozo y de la ceja, base, sombras, delineador, pestañina y colorete. Las obras de arte que quedan plasmadas en las caras de muchas bogotanas debería ser digna de un concurso. Hasta bien lo hacen. Si uno se echa más a menos 30 minutos esculpiendo arrugas y escondiendo ojeras, pues mejor hacer dos actividades en una.


2. Cruela de Vil: En versión femenina y masculina. El final de la película infantil 101 Dálmatas, nos muestra la endiablada mujer que al frente del volante pierde toda la "compostura". ¿Y a quién no le pasa?. Es que uno no está en los trancones porque diga en la mente "vé qué tan bueno, voy a salir a entrenerme en el tráfico que llevo días sin amargarme". No. Uno va de un lado para otro por necesidad y eso significa que necesitamos llegar. En una ciudad como Ciudad de México el desplazamiento de un kilómetro puede tomar una hora. Yo lo viví en carne propia varias veces. Y como todos tenemos afán por llegar, pues el atasco exterior nos saca la versión endemoniada que tenemos adentro. Así, cómo no estrellarnos, pelearnos, gritarnos, pitarnos, agredirnos y el largo etc de locuras que suceden en las calles. En esos estados emocionales alterados llegamos a nuestros trabajos en las mañanas (dizque que a producir) y a nuestras familias por la noches (dizque que a compartir).


3. El cantante: Pero nada más emocionante que cantar a todo pulmón en el carro. Y nada más chistoso que ver a alguien cantando. ¡Qué diablos! Es mejor cantar a que nos agredamos. Un buen tip para salir al trancón mañanero es llevar una buen playlist de motivación. Para mí Madonna, Bebe, Shakira y hasta Marc Antony funcionan, depende del estado de ánimo. Pero también está el modo despeche que se maneja en el carro. Alguna vez le oí a una psicóloga que el carro es una extensión de uno mismo, algo así como que es un lugar en donde al no tener jueces alrededor, dejamos salir nuestras emociones. Si tiene una buena llorada pendiente, aliste el CD, cargue bien la pila del celular y búsquese un buen trancón para llorar, sugiero el de la calle 13 de salida de Bogotá, tipo tres de la tarde. ¡Hágale y verá!


4. Michael Schumacher: (lamentando mucho el estado del piloto que ya va a completar 5 años y a quien desde acá se le manda energía bonita y sanadora). Del afán no queda sino el cansancio dice el dicho. En el año 2017 en Colombia murieron más de cinco mil personas en accidentes de tránsito, es decir un promedio diario de 17 personas en las calles pierden sus vidas. En las ciudades el promedio de velocidad no sube de los 23 kilómetros por hora. Por eso es tan importante que aceptemos esta realidad y no corramos, pero que además le enseñemos con amor a nuestras parejas, hijitos y familiares que no hay que abusar de la velocidad. Hace poco una madrugada de un martes, murieron dos hermanas y el novio de una de ellas que venían de un grado y se estrellaron contra un poste en plena Autopista norte con calle 145. No mezclar drogas ni alcohol con el volante. La velocidad es una necesidad que muchos llevan por dentro. Sentir adrenalina, desafiar la inexistencia de peraltes sabiendo que la posibilidad de una infracción de tráfico es mínima. Tengan en cuenta que siempre hay alguien esperándolos en la casa y que si somos conscientes de cuidarnos los unos a los otros, podemos ser atentos y amables con los peatones. En el conjunto donde vivo, me parte de la ira los "Cruelas de Viles" que salen a altas velocidades en las vías internas, a las seis de las mañana, sin ser cautos con los niños que salen para el colegio. Andemos con calma. ¿Vale?


5. Las Marianas Pajón: Me encantan las motos rosadas y la moda femenina que se ha ido tomando las calles bogotanas. Como a las mujeres en términos económicos nos toca la peor parte del crecimiento de ingresos, ver que cada vez más mujeres se trepan entaconadas a sus motos rosa, me parece empedrador. Pero como escasea el transporte público eficiente, las motos terminan siendo una alternativa rápida de transporte. Dios, dios, dios.


6. El radio-escucha: Colombia es un país de radio y gracias a Dios los programas de la mañana son entretenidos. El problema es que como no vivimos en Suiza, ni en Edimburgo, pues las noticias de la mañana aunadas con el tráfico diario, exalta el odio del ciudadano "dea carro" (no "dea pié") que escucha a los políticos en las mañanas explicar por qué sí o por qué no ocurrieron los escándalos que en este país no apto para cardiacos ocurren. Así llega uno al trabajo o a la casa cargado de tigre, peleando por el trancón y por la corrupción.


Así que por eso me hago selfies. Admito que me he pegado no una llorada sino unas buenas berriadas mirando la profundidad del asfalto y que canto a grito herido cuando suena (o logro poner) mi canción favorita. Claro que hoy en día con mis 42 añitos pasados admito que cada vez se me olvidan más las letras de las canciones que me gustaban. En fin, me he maquillado y he llegado poseída de la furia al trabajo. He usado la excusa del trancón para llegar tarde o nunca aparecer y los domingos me dan ganas de llorar viendo el trabajo de la señora-policía de tráfico que mueve su manita en la calle 245 con Hueco-norte de Bogotá y que no logra nada positivo, o tal vez sí, sacar músculo.

Como siempre si les gustó les recomiendo sus comentarios y que compartan esta publicación en sus redes sociales. Manejen con cuidado, salgan a tiempo y llénense de paciencia en la ciudad en la que vivan.

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