¡Ay los políticos! Si hay grupo de personas desprestigiadas en estos tiempos, son ellos. Es que no agradan. El exceso de simpatía que desbordan en época electoral contrasta con la ausencia en las comunidad que les dieron el voto. La gente del común los rechaza pero cuando los ve, sufre una paradoja y es que les hace la venia. ¡Señor Alcalde!, ¡Señor Concejal!, ¿Diputado cómo está?...
He conocido a muy pocas personas que no se les mueve un pelo en presencia de un político. Sin embargo, cuando no están, la gente despotrica de ellos. ¡Ay los políticos tan poco de fiar! Podría uno decir que ellos son de esa clase de ser humano en donde los pecados capitales se evidencias más...¿grotescamente?
Y no sugiero que solo los políticos se resbalen en el portafolio completo de los siete pecados capitales. Lo que pasa es que son los que nos gobiernan y ahí es donde está el problema. Veamos:
1. La Avaricia: Nunca es suficiente. El político se hincha de poder y se vuelve adicto. Al menos en nuestros países latinoamericanos, se comportan como "reyezuelos" con acceso a contratos, licitaciones y al manejo directo del presupuesto estatal. Hay algo mal concebido en la democracia y es que si bien hay elecciones, eso no legitima que los elegidos se adueñen del estado o de sus recursos (incluida la gente) como por un derecho intrínseco en estas democracias aún tan vulnerables. Pero en estas repúblicas aún en formación, al rendirles pleitesía, les otorgamos ese poder de sentirse los dueños. El problema mayor yace en la adicción que les produce el poder y el dinero. Muchos ascienden socialmente por medio de la política y empiezan a tener acceso a espacios y experiencias que no conocían. Lo grave es que usan la corrupción y su medio ambiente favorable para ellos como "método" de acceso. Necesitando tener más lujos personales pare ellos y sus familias, buscan la forma de tener más y entonces dejan de tener contacto con la realidad y piensan que de verdad el dinero de la sociedad les pertenece.
2. La Lujuria: Relacionado con el apetito desenfrenado por tener relaciones sexuales. Si bien hay un alto porcentaje de ese tema, la dificultad subyace en la incapacidad de satisfacción. Cada cual que haga en su casa lo que quiera siempre y cuando no afecte ni la moral, ni el cuerpo, ni la tranquilidad mental de ninguna persona. El "poder es un afrodisiaco" dicen por ahí y tiene mucho que ver con la avaricia. Hay personas que no les basta tener una pareja y necesitan demostrar su capacidad de seducción con muchas personas. Pero hay desenfrenos de desenfrenos. Es inaceptable el político que abusa de sus subalternos, de su pareja, sus hijos o que comete delitos que atentan contra la honra de los niños. Quizá el peor de los pecados en este frente es que en Latinoamérica y en especial en Colombia aún los legisladores no han tenido ni los pantalones bien puestos (ni las faldas tampoco) para endurecer las penas frente a delitos sexuales en contra de la infancia y las mujeres.
3. La Gula: no solo de comer y comer en exceso y con notoria ansiedad. Este pecado como casi todos se fundamenta en la incapacidad de sentirse satisfecho. En psicología la obesidad es una enfermedad que tiene raíces en la infancia. Una persona que se siente abandonada e insegura por sus padres puede usar como mecanismo de defensa poner varios kilos de grasa como barrera de protección. El opuesto a la obesidad es la bulimia y la anorexia que también se originan en un sentimiento de soledad y falta de amor propio. Y si uno se pone a hacer el llamado a lista de los congresistas (al menos los colombianos) no es que se caractericen por sus curvas esbeltas o cuerpos fit. La gula no solo es por la comida, es por el poder, el dinero y la necesidad excesiva de tener control.
4. La Soberbia: Es la hermana mayor del orgullo. Un político es soberbio porque en su acervo emocional, le da angustia que la gente se percate de lo que se conoce como el "Síndrome del Impostor". Este síndrome es la sensación que pueden tener las personas de sentir que no son suficientemente buenas para la responsabilidad que tienen y que alguien los puede descubrir en esa mentira. A la gente le cae gorda el "político de profesión". Sin embargo en Colombia, tenemos familias que se han apoderado del poder por subregiones, regiones y a nivel nacional. Eligen mandatarios generación tras generación y aunque no siempre el heredero sabe del "negocio", se respalda en el soberbio clan que hace que los ciudadanos agachen la cabeza creyendo que sin esos "salvadores" no son nada. Pero en el mundo interno de este pecado capital hay intrínseco dos debilidades emocionales, una la vergüenza y otra la inseguridad. Por eso se sienten impostores y para contrarrestarlo se crecen, gritan, manotean, amenazan y roban con desfachatez. La soberbia es por desgracia el escudo protector de los políticos. Por este defecto NUNCA se hacen responsables de sus actos.
5. La Envidia. Mi papá me decía que la gente en Colombia no se muere de cancer sino de envidia. No sé si la gente, pero en el caso de los políticos, los escaños y los puestos de trabajo son muy escasos y por eso la pelea es a muerte con tal de acceder a la fuente económica, social y de "prestigio" que ofrece la política. Y acá viene la parte más compleja, a pesar de tener tanto (muchísimos más que el promedio de la población), quieren lo que tiene el otro. La mujer, el puesto, el contrato, el ministerio, el equipo, la presidencia, el fotógrafo, el secretario privado y así sucesivamente. En el afán de tener, pierden los escrúpulos y al cometer el primer error, tienen por defecto que cometer el segundo. Arrastran a sus equipos de trabajo y terminan enseñando en las siguientes generaciones que tomarse lo que no es suyo por derecha, es su derecho. En el caso de Colombia, la incapacidad del sistema judicial, permite que haya más desmadres y abusos.
6. La Ira: Rabia desenfrenada es el producto de los seres que no logran controlar este arsenal negativo de pecados. La ira se manifiesta de muchas maneras, puede ser activa o pasiva, pero cuando no se controla hace daño. La envidia, la soberbia, la avaricia, la lujuria producen ira. Y cuando hay rabia y hay poder, la mezcla puede ser fatal. Y en Colombia sí que tenemos gente (políticos) iracundos, ¿o no?. El problema es que el pecado de la ira, es altamente contagioso y cuando nos repiten una y otra vez mensajes que inoculan miedo en lugar de esperanza, el resultado es una sociedad civil polarizada, llena del miedo y de rabia.
7. La Pereza: la dejé apropósito en el último lugar. Como muchos políticos nunca han estado vinculados al sector productivo de la economía, no saben el significado de crear valor. Saben destruirlo pero no créalo. La pereza es negligencia en el hacer y en el emprender. Es la flojera que produce el poder. Los virreyes españoles en la colonia tenían como un preciado activo el no hacer nada. La aristocracia española que conquistó estas tierras tenía el verbo trabajar en un muy mal concepto. Para eso estaban los mestizos, los negros y los indios. Con la conquista española, se quedó en el ADN grabado "que el pueblo trabaje". Y si observamos bien, al menos en este país el salario mínimo es el 3,33% del salario devengado por un Congresista. Y son ellos los que hacen las leyes que determinan el mínimo con el que deben vivir la familias colombianas. El problema de la pereza en los políticos es que la negligencia les gana y teniendo el poder para cambiarle la vida a millones de personas prefieren no hacer nada. O sí, trabajar para ellos mismos.
Esta es la foto famosa de un Senador muy conocido en Colombia. Roberto Gerlien quien permaneció en el Congreso por 44 años y "trabajó" el Congreso hasta el pasado mes de Mayo de 2018, fecha en la que se jubiló. En la foto, yace dormido.
Terminando la escritura de este post, recuerdo el día que llegué a un retiro espiritual hace muchos, muchos años en Cochabamba, Bolivia con Chamalú, un hombre maravilloso descendiente de los Incas y quien para mi sorpresa fue a buscarme al aeropuerto. Saliendo del puente internacional y pasando por una rotonda vimos la estatua de un hombre. Le pregunté a Chamalú que quién era el de el del monumento asumiendo la importancia que podría (con seguridad para mí) tener para la ciudad. Me miró y me dijo en ese acento hermoso de la falda andina: -"No sé, seguramente alguien quien decidió hacerse un homenaje a sí mismo". Y va uno a ver y sí, eso son los políticos.