Nos fuimos a celebrar nuestro aniversario a este lugar paradisiaco del caribe colombiano en el corazón del Parque Tayrona a un hostal-hotel que se llama Gitana del Mar la semana pasada. En está época hace dos años tal como lo cuento en mi post "La Dificultad de las redes sociales después de los 40 años", Carlos y yo finalmente nos conocimos después de haber chateado por un mes él desde Australia, y yo aquí en Colombia. Los dos separados, con hijos, él sin muchas ganas de volver a enamorarse y yo por el contrario con un gran anhelo de encontrar a un hombre maravilloso. Han sido dos años de aprendizajes, de ires y venires, de estar bien y mal, pero sobre todo de tener un compromiso muy especial de querer estar. Ay! pero estar no es fácil, si a duras penas puede uno con uno mismo, empezar a estar en pareja, después de un fracaso matrimonial, sumarle a eso niños, las mañas y resabios de cada uno, el resultado de la tarea no es fácil.
El paseo había sido organizado con mes y medio de anticipación y con el objetivo de hacer mucho Yoga, ya que nos hemos metido de cabeza en esta práctica que nos une y nos permite estar en una actividad que nos gusta a los dos. Escogimos un retiro también en el Tayrona que prometía ser estupendo. Yo contaba los días y hasta me puse en la tarea de imprimir camisetas con asanas para que nos fuéramos uniformados. Pues una semana antes del viaje nos escribieron del retiro: "no logramos el cupo completo, cancelamos el evento, les devolvemos el dinero y les ofrecemos un descuento para un siguiente retiro".
¡Qué descuento ni qué ocho cuartos! A una semana de viajar y en plena temporada alta, ¿en qué lugar nos íbamos a meter? Pues yo había venido siguiéndole los pasos a Gitana del Mar que además cuenta con el atractivo de clases diarias de Yoga y una estadía hiper mega ecológica. El lugar vive lleno, hacen muchos retiros de yoga y su público es sobre todo europeo. Pues tan de buenas que logramos encontrar un lugar en una de las nuevas carpas-safari que tienen para hacer eso que está tan de moda por estos días que se llama Glamping, que es hacer camping pero sin sufrir tanto (¡para los que no sabemos acampar!). Nos fuimos felices y muy ilusionados al paraíso que nos sorprendió por el estilo sencillo, impecable y con detalles que yo defino como "de alto nivel de consentimiento". Esas cositas que te alegran el espíritu con solo verlas. Como por ejemplo, ¡la comida!
Ese fue el primer almuerzo. La ansiedad de las primeras horas de haber llegado creo que nos iban ganando. Carlos organizó una cena a orillas del mar para esa noche y los preparativos estuvieron a cargo del equipo del hotel. A las siete teníamos que estar sentados y listos para disfrutar. Pero no les pasa a ustedes, que muchas veces tienen una ganas enormes de pasarla bien con sus parejas, pero de la nada empiezan a salir cositas molestas, ¿que enturbian el ambiente? Una frase de más, una torcida de boca, una levantada de hombros con exalación, es la receta para una pelea perfecta. Y más dramático aún cuando hay un mandato interno de "al fondo está el mar, el cielo, la playa, no se vale pelear hoy" (o cámbielo por hoy es Navidad, el cumpleaños, el aniversario de casados de los suegros, etc)...pero hay veces que todo se va para el carajo y por más bellezas que tengas en el exterior si hay incomodidad interna, no ha nada que hacer. Esa noche la hecatombe.
Nada más deprimente que estar triste en vacaciones, así sea por un ratico. Lo peor es que el masoquista que lo habita a uno, sale a relucir para hacerlo todo peor con ideas absurdas de "vámonos de aquí", "esto no vale pena", "estás para cosas mejores", y así. No les pasa (espero no ser la única) que al drama ¿le ponen más drama?. Lo cierto es que en cuestiones del amor hay que tener claro que el desenfreno y algarabía de los primeros meses pasa y se transforma, y en su lugar aparece el ser real con el que uno está construyendo una relación. Cada quién es como es y la magia que habita en cada persona no debe ser exacerbada por la idolatría, ni la dependencia emocional, sino combinada con toques reales que le permitan a uno explorar al otro tal cual es. Hay que dejar de ensayar con las relaciones pensando que si no sirve se cambia, porque si bien eso es cierto, si uno tiene el anhelo de tener una pareja, tiene que armarse de coraje para correr las manías personales a un lado y hacerle espacio a la pareja. Hoy en día, que vamos por el mundo desechando y reciclando el amor, vale la pena tomarse el tiempo para saber qué es lo adecuado e inadecuado de uno y del otro.
La pelea duró un poco más de 30 horas. Estuvimos en "mute", con mala cara, con las frases cordiales del caso y la asistencia puntual a las clases de yoga que además fueron fantásticas (Gracias Ximena Bernal). Hay peleas de peleas, pero no hay que hacer caso omiso del conflicto. Se los digo con todo cariño. Si hay una peloterita de vez en cuando, está bien, pero si la tensión es mayor a los momentos felices, es importante actuar, sacar el espejo y cantarse las verdades individuales y también de la relación. Tomar distancia del otro, me sirvió para tomar unas fotos hermosas del paisaje que nos invitaba a caminar, respirar y desintoxicarnos de tanta ciudad. He aprendido que tomar distancia activa es una herramienta muy útil para resolver conflictos. Alejarse dejando saber que se está ocupando del conflicto es poderoso y es un trato que hemos cumplido entre los dos y que nos ha ayudado a tranquilizarnos y a ver que lo que nos está pasando tiene solución.
Está bien estar mal. Esta cultura nos ha llevado a hacernos creer que hay que estar felices, empoderados, fuertes, decididos, motivados, optimistas y un largo etcétera, cuando la realidad es que hay altos y bajos en el tránsito de la vida y si le hacemos honor a cada momento emocional, es decir lo respetamos y aceptamos, trascenderlo resulta ser más fácil pero también, más honesto. Fingir que todo está bien reforzado por publicaciones en las redes sociales en donde vemos un montón de caras felices, empoderadas, fuertes, decididas y bla, bla, bla, pues no ayuda mucho. Hay una herramienta muy poderosa y es comprender que no somos nuestras emociones, ellas como los pensamientos llegan y se van y si uno las alimenta, pues ahí aparece el drama, el masoquista/sádico que nos habita y nos deslizamos en un rodadero emocional que si se junta con el de la otra persona, el resultado puede ser el que ninguno de los dos quiere. ¿El antídoto? ¡Querer!
Y también sonreír. ¡Ojo! es muy importante estar en una relación en donde prime el respeto en las palabras, la comunicación, las emociones, respeto por quien es la otra persona. Relaciones violentas es mejor terminarlas. Si uno está triste y ese sentimiento no mejora hay que revisar qué es lo que pasa con uno mismo y encargarse de la vida propia y no pretender que el otro te haga sentir feliz. Pues por las buenas pero también medio refunfuñando, empezamos a encontrar el espacio para encontrarnos. Aferrarnos con compromiso y alegría al balance bonito de nuestra relación nos permitió superar esa crisis. Reconocer que hay problemas es saludable y trabajarlos en equipo es más eficiente que cuando se hace solo. Y si bien hoy en día no andamos cogidos de la mano todo el tiempo, ni encima del otro, tenemos la fortuna de saber que aunque no caminamos al mismo ritmo, estamos en el mismo sendero y que la atención que tenemos es recíproca. A veces nos pasa que nos pasamos buscando el amor con desespero y cuando nos llega, dejamos que nuestras neurosis nos ganen. Pues bien, lo bonito es más fuerte y esa debería ser la apuesta. ¿Qué opinan?
(Cuando puedan, vuélense a Gitana del Mar, ¡se los súper recomiendo!)