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¡Cuarentonas Y Poderosas!



Hace unos días, entré a una tienda y me enamoré de unos tennis. Resulta que desde hace unos ocho meses, la nueva versión de mí misma me sugirió bajarme de los tacones que adoro y empezar a usar tennis.

Le mandé la foto a mi novio y este fue el chat:

- El: "Yo te creo en términos de moda, pero esos tennis no son como de jovencita?".

- Yo: "Sí, pero me los voy a poner con un sastre de cuarentona".

Esta conversación (además de inspirar este post) me llevó a pensar en que somos las cuarentonas, cincuentonas, sesentonas y hasta más, quienes tomamos las decisiones de qué comprar y qué no, aunque la publicidad de las marcas que usamos, insisten en ponerlas en cuerpos de veinteañeras que nada tienen que ver con nosotras. Mejor dicho para decirlo en otras palabras, nuestro dinero sostiene la industria de la moda y muchas otras en donde la publicidad prefiere vendernos sus productos con imágenes que no nos representan.

Pero como no voy a cambiar ni a las modelos de veiente años ni el estereotipo de belleza femenina de esta época, sí estuve pensando que cuando tenemos cuarenta años o más, tenemos la fortuna de tener varios súper poderes gracias a las experiencias, las arrugas y los gorditos en la cintura. Acá les comparto una lista de ocho súper poderes de las cuarentonas.

1. "I Will Survive": ¡ Sí señor!. A estas alturas de la vida ya sabemos que de amor no nos morimos y que una tusa es cuestión de una o dos semanas (¿tal vez días?). En la adolescencia terminar una relación era motivo de reuniones e intervenciones familiares, después de los cuarenta, la tristeza puede durar una parranda vallenata armada un domingo de puente festivo con dos amigas alcahuetas que tienen el súper poder del "Kit-AntiTusa" y su correspondiente protocolo de aplicación con un rotundo 100% de probabilidad de éxito. Tenemos clarísimo que un clavo no saca otro clavo, pero que sí ayuda y que (lo siento señores) el tamaño sí importa (digamos que para muchas). A los cuarenta sabemos cómo es que es la vuelta y por dónde. A los veinte, la inexperiencia de la vida nos lleva a posar de lo que no somos, porque no teníamos ni idea en dónde estábamos paradas y por eso, dábamos tantas vueltas.


2. Ya nos casamos y muchas, ya nos separamos: Somos una generación que no se aguanta un mal matrimonio. Afortunadas las que se casaron y tiene su matrimonio largo y duradero. Cuando me separé, tuve que hacer el recorrido de comprender las razones que me llevaron a tomar esa decisión (la de casarme). Y créanme que no fue fácil develar una a una verdades que uno a veces prefiere no tener tan claras. Yo me casé casi sobre los treinta años. Así que tiempo fue lo que tuve, pero reconozco que sí hubo factores exógenos que influyeron en mí para hacerlo. Hoy después de separada creo que si mi vuelvo a casar es porque elijo hacerlo por las razones reales, sin afán, sin presión por tener hijos o la angustia de ver que la sociedad hace una u otra cosa. Creo que las de cuarenta de hoy somos la última generación educada en el matrimonio como una "meta" en la vida. ¡Y eso es un súper poder!


3. Somos autónomas: ¡Sí señor! Esta generación no se quedó en la casa ni a barrer ni a trapear. Universitarias, con una o dos carreras, especializaciones, maestrías, bilingües, viajeras, profesionales y empresarias. Esta generación de cuarentonas es un lujo para la sociedad porque somos productivas y autónomas. Hemos vivido derrotas, pérdidas familiares, descalabros financieros y sin saber muy bien cómo, nos hemos levantado de cada caída. Hace poco ví el stand up comedy de la australiana Hanna Gadsby (recomendadísimo) que decía que "no hay nada más poderoso que una mujer que ha sido quebrada en el piso y ha encontrado la forma de pararse". Piensa en la peor de tus caídas y sonríe frente a tu capacidad de resiliencia. Esa berraquera no es fortuita sino la composición de todos tus aprendizajes, pero la verdad es que nos cuesta aún reconocernos poderosas. Y si al leer esto te encuentras en un mal momento, no te preocupes, ya pasará y sabrás reponerte.


4. La familia: A los cuarenta años ya sabemos que las familias perfectas no existen. No hay nada más irritante que una mujer tratando de ser perfecta cuando todas sabemos que eso no es real. La extrema rigidez mental conduce a pintar en el externo irrealidades que no corresponden con la vida cotidiana. En eso las redes sociales juegan un papel perverso al mostrar familias felices que siempre sonríen y nunca se enferman. En lo particular soy una abanderada de las redes sociales por la democratización que trajeron frente al poder de la comunicación (ahora todos hablamos de manera virtual al mismo tiempo y de tú a tú) y eso es positivo, pero el pecado de su uso equivocado se encuentra en creer que las familias felices existen en virtud de sus fotos, las que vemos o las que subimos a las redes. A mí me gustan las publicaciones honestas las que dicen de frente los sentimientos, las que no tienen rollo con mostrar los gordos, la alegría y la tristeza. Me gustan las cuarentonas que empoderan, inspiran y hacen reír. Me encanta las mujeres que han tenido el valor de mostrar sus vidas tal cual son, se ríen de ellas y nos dan un toque de realidad que nos permite conectarnos con la verdad. Nadie tiene una vida perfecta. Ni la más millonaria, ni mucho menos la más bonita. Hoy en día la forma de las familias es multifacética y esas diferencias nos nutren y potencian. Lo más importante en las familias son dos ingredientes fundamentales para la convivencia, el amor y el respeto. Las cuarentonas sabemos que la armonía viene y va de a raticos y que no hay que hacer un esfuerzo monumental sino tener la disposición de colaborar en equipo y con honestidad.


5. Nuestro cuerpo: Altas, bajitas, gordas, flacas, con estrías, arrugas y las primeras (muchas) canas. El templo que habitamos y que no tiene geografía es nuestro cuerpo. Después de los cuarenta ya no importa el estereotipo de belleza, lo que es verdadero es que hayamos logrado amar la imagen que se refleja en el espejo. Pero cómo cuesta, ¿verdad?. Pues es que luchar contra el crossfit, las 200 abdominales diarias para tener un cuerpo de playa matador, la rumba/zumba, las presentadoras fantásticas de televisión, las modelos de veinte años (otra vez), las revistas y sus estereotipos de mujer linda = exitosa = feliz, pues no ayudan mucho. Pero he descubierto algo más y que no tiene que ver con los mensajes que recibimos del mundo. Hay un origen más intimo de la dificultad de querernos como nos vemos y es que desde niñas no oímos muchas veces halagos hacia nosotras. Hagan la cuenta de cuantas veces con conciencia y amorosidad sus mamás las miraron y les dijeron lo lindas, lo muy inteligentes y apropiadas que eran ustedes de niñas. Es muy escaso ese material materno, ¿saben por qué? Pues porque a ellas probablemente nadie les hizo ese trabajo emocional en sus respectivas infancias. Lo bueno es que hoy en día sabemos que amar a nuestras niñas (las futuras cuarentonas) y hacerlas sentir fantásticas desde que nacen en una tarea de una mamá amorosa y consciente. A mí me pasaba que me sentía como un pez globo. Una veces redonda como un buñuelo y otras flaca, flaca. Pero la verdad es que aún me cuesta reconocerme adecuada en el espejo. Mi novio/esposo se la pilló y desde hace unos meses cambió la forma de llamarme de "cielo" a "flaca". Pero me pasa todavía que si ando histérica en la vida y me veo en el espejo, cual pez globo me hincho (y me pongo más histérica) o viceversa. Sin embargo, en esta década de mi vida, soy más benévola conmigo misma y esa auto-amorosidad creo que me ha deshinchado. También me ayudó mucho el "trabajo en el espejo", aprendido con la gran Louise Hay en su libro "Usted puede sanar su Cuerpo". Aprender a querer el cuerpo es un súper poder que nada tiene que ver con una imagen, sino ser conscientes que el cuerpo es nada más ni nada menos que el lugar donde vivimos, todos los días de nuestras vidas.


6. En la cama. Afortunadas las que han encontrado al dios del sexo en sus esposos. Sin embargo, tengo una humilde teoría y es que las mejores relaciones sexuales se tienen después de la separación y de haber tenido hijos. Lo siento con las más pudorosas, pero es así. Incluso creo que tener el súper poder (de la horrible experiencia) del divorcio, imprime una especie de fetiche a la(s) siguiente(s) relación(nes) sexual(les). Sabemos que si logramos superar la pena de un divorcio, un amante pasajero no hará mella y sí te dejará viendo la vida con los colores más brillantes al siguiente día. A los cuarenta te lo tomas sin afán y con calma, hacer el amor es cuestión de método que incluye conversaciones largas, abrazos y por qué no, quedarse profundamente dormida. Pero también se vale una buena revolcada de cuando en vez, jugando de visitante, sin quedada a dormir, ni expectativa de desayuno. La líbido en los cuarenta cambia, mientras que en los hombres parece alborotarse, en las mujeres se reposa y eso es válido. Me choca ese bombardeo permanente de sexualidad en la publicidad que de nuevo usa los cuerpos de las de veinte años para venderle a las mujeres una demanda machista "un de deber ser" hiper-mega-sensuales. ¿Será por eso que los cuarentones se devuelven a las de veinte años? ¡Uf! ¡De lo que se pierden!. Mejor dicho, a los cuarenta nos morimos de la dicha con pijamas que nos protejan del frío, medias y suéter. Punto.


7. Vamos a terapia y no nos da pena. Ya tenemos claro que a los veinte no teníamos ni la menor idea de qué queríamos hacer con la vida y aunque hoy las cartas están sobre la mesa, ya no tenemos las expectativas irreales de los cuentos de hadas que nos contaron de niñas. Tenemos muy claro que no hemos llegado aún a la cúspide de la vida. No sé si a ustedes les pase, pero cuando veo la publicidad de niñas posando de mujeres, la marca que trata de venderme esa imagen pierde un poco de credibilidad. No soporto que me digan que una mujer está en la plenitud de su vida antes de los cuarenta. Creo que uno va viviendo "plenitudcitas", pero la "plenitudsota" de cualquier ser humano llega cuando se ha hecho un trabajo juicioso de autointrospección, es decir ir los adentros de uno y encontrar verdades y carear los traumas para construir una mejor y más veraz versión de uno mismo. A los cuarenta ya nos dejamos de decir mentiras y de creernos cuentos chinos de que nuestra infancia fue perfecta y feliz. Ya hemos revisado nuestro pasado y encontrado la raíz de muchos de los problemas y con las camisa remangada hemos empezado a revisar los traumas y las neurosis que durante años sabemos se repetían en el externo por haber sido situaciones internas sin resolver. Toma aaaaaaaaaaaños de terapia llegar a sentirse plenas y con amor propio. A los veinte años estamos afianzando las neurosis con las torpezas de la inexperiencia, en los cuarenta, ¡empezamos a repararlas! (con la psicóloga).


8. Queremos ser felices y se puede: Es obvio que ese anhelo no es propiedad privada de las cuarentonas, ni más faltaba. Ser feliz no es una meta sino disfrutar el día a día y los minutos y horas que lo componen. Hay algo estresante en la forma como el mundo occidental se construyó a si mismo y es el afán de tener cosas materiales y darse valía a través de eso. La urgencia de tener y de mostrar, es entre otras cosas, lo que origina la corrupción en otras esferas, pero de eso no vamos a hablar (ese será un post llamado las esposas de los corruptos). Muchas cuarentonas hemos aprendido que nos merecemos un viaje con las amigas a la playa, que escaparse una tarde de SPA con una botella de champaña para celebrar la vida se vale y que la familia es un tesoro que hay que cuidar. Sí, tantas experiencias nos han formado el carácter y ya no vale la pena hacer berrinches innecesarios. Pero así como hay luz siempre existirá la sombra. Aceptar las derrotas, los cambios inesperados, las despedidas repentinas y el mal humor diario, hace parte de la vida y fluir con la realidad positiva y negativa es liberador y realista. Incluso se vale no tener super poderes pues con tener un atisbo de la realidad es más que suficiente. Sin embargo, no dejen que pase un día sin abrazar a sus hijos, llenarlos de besos, hacer el esfuerzo por perdonar los dolores más profundos (aunque cueste), llamar a la amiga con la que se pelearon y salir a almorzar, retomar la terapia que dejaron, caminar, hacer yoga (se los recomiendo mucho, revisen mi post "Aprendiz de Yoga"), aprender a respirar y a sonreír. Aménse y vivan, recuerden que esta vuelta por el plantea es muy cortica, así que disfrútenla. Salud!


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